miércoles, 26 de mayo de 2010

Desconfiados. Los que perdieron la fe y la confianza




Es muy triste oir a algunas personas, relatar como un día dejaron de creer, de confiar, perdieron la fe.

Este hecho no vino solo, entiendo que fue un camino de desilusiones el que las llevó a tal estado. Lo comprendo perfectamente, yo misma también viví un paréntesis en este sentido, tuve unos años de auténtico materialismo, de escepticismo total. Aunque poco a poco fui recobrando la fe en un mundo mágico, sutil, afectuoso, etéreo, intangible... y en los demás, no en todos, pero si en muchos.

Hay quienes pierden la fe en Dios, en la suerte, en los políticos, en el amor... y hay quien pierde la fe hasta en si mismo.

Aunque pienso que cualquier pérdida de fe, es de alguna manera, una pérdida de fe hacia uno mismo.

Me diréis que el mundo no está como para andar confiando en el prójimo. Que hay mucho malvado suelto. Vale, estoy de acuerdo, hay un buen número de malas personas ahí fuera, lo reconozco. Seres que esperan una oportunidad para maltratarte, humillarte, engañarte, dañarte físicamente, etc. La realidad es que es así. Y las féminas, especialmente, debemos apartarnos de esos tipos que todas sabemos.

Es decir, debemos protegernos (si pensamos seguir viviendo) pero de forma correcta. Y cuidado con las mega-protecciones... otros saldrán dañados. Veo personas parapetadas tras un montón de filtros de confianza. Probando al projimo continuamente porque dan por sentado, que de alguna manera les van a fallar. Y claro, el desconfiado, tarde o temprano, hallará quien le traicione o engañe, normal, siempre se cuela alguno. Entonces, despliegan su arsenal de justificaciones:

- Si es que no se puede confiar en nadie.
- Esto me pasa por ser demasiado bueno.
- Nunca más... etc.

Nuevamente se colgarán la medalla de la auto-satisfacción. Haciendo ver a los que les rodean que tenían razón. Que tienen muchos motivos para ser como son. Y volverán a su papel de víctima una vez más.

He llegado a la conclusión de que el desconfiado vive con miedo. Con un miedo atroz a la vida. Lo reconozca o no. No espera nada de nadie porque él tampoco está dispuesto a entregar. Si no recibe nada de nadie, no está obligado a devolver. Así se siente protegido y "libre", sin ataduras. Vive en su ostra, y en según que personalidades, se desarrolla un cinismo de alto grado, o una forma de relacionarse agria, agresiva o excesivamente controladora. Se vuelven del parecer de que la mejor defensa es un buen ataque. Y van por la vida atacando a unos y otros, entre ellos quienes menos se lo merecen.

Al final el desconfiado es el agresor del que tenemos que protegernos. Porque su mismo miedo lo vuelve peligroso. Y es que no se puede confiar en quien no confía en nadie.

A estas alturas del partido. tengo claro que por mucho que me dañen, por mucho que me maltraten. En realidad es el otro quien necesita ayuda, yo ya hice mi camino. Ya sufrí, ya padecí mi destino. Asumí.

Ir haciendo el mal a los demás, aunque sea como defensa, tiene el mismo resultado que hacerlo por otros motivos. El daño está hecho. El karma del agresor está dañado. Y, o bien lo repara de alguna manera en esta existencia, o la deuda vendrá con intereses en la próxima vida.

Así que asumo, que tropezaré con personas de toda índole hasta que deje este mundo. Unos me sorprenderán gratamente, otros me harán, inevitablemente, daño, incluso de forma premeditada. Pero no me limitaré a lamerme las heridas, a encerrarme en mi guarida, y desconfiar por sistema de todo bicho viviente, como haría un desconfiado cualquiera.

Y es que... hasta para confiar hace falta valentía.



Roser

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