jueves, 14 de julio de 2011

RELACIONES ENFERMAS

Dudas, indecisión, temores, escasa comunicación, mentiras, infidelidad, viejos traumas, falsos conceptos...


Las relaciones afectivas se hallan repletas a menudo de todo esto... y más.


Cuando una persona se entrega al amor debería hacerlo con el corazón limpio de heridas pasadas, de lo contrario se puede hacer mucho daño a la otra parte, que sufrirá profundamente sin comprender el origen de esos extraños vacios y ausencias e inesperadas reacciones. Por supuesto que si además los sentimientos hacia una relación anterior aun siguen vigentes el daño está asegurado, sufre quien todavía alberga esperanzas por alguien de su pasado y padece terriblemente la pareja actual que ve como quien debería ser una pareja entregada se halla entre dos aguas y no aporta gran cosa a la relación.


En cualquier relación la confianza es elemental, básica para su buen funcionamiento, caso de perderse esta se deteriorará hasta su disolución. Y es obvio que para poder comunicar nuestros sentimientos, emociones, miedos... etc. a la pareja se precisa de confianza, de un clima de tranquilidad en el que poder expresarse. No siempre se da la circunstancia y no se hace partícipe a la otra persona de nuestro padecer o de lo que deseemos comunicarle. En este sentido es importante la abierta disposición de ambos al diálogo. Hay también quien se encierra en si mismo aparentando una falsa reserva. En realidad ese silencio tiene, a veces, otra lectura y se trata de simple miedo a expresarse o no saber como hacerlo, temor a no ser entendido, a ser mal interpretado o a exponerse demasiado al sacar a la luz su parte oscura. Y en el peor de los casos ese mutismo indica que la persona guarda de manera consciente para si, secretos de traición, engaño, infidelidad... etc.


Decimos normalmente que la infidelidad es acostarse con alguien que no sea tu pareja, y es así realmente de forma fisica, pero también puede considerarse deslealtad cuando nuestra mente está ocupada en terceras personas y nuestros deseos sensuales o sexuales se volcan en otros, en detrimento de la relación que tengamos, que tarde o temprano acusa esa desatención.


Hay quien ve muy dificultoso mantener una relación pues precisa demasiada dedicación y tiempo. Ante eso siempre tengo una respuesta clara y contundente: Si no estás dispuesto a dar tu tiempo en una relación, a compartir, a dialogar y a respetar, mejor déjalo o iniciala cuando estés preparado para ello.  El amor precisa tiempo que es en realidad lo más preciado que tenemos, y que mejor tesoro para compartir con nuestro ser amado. Quien bien te quiere te dará su tiempo, quien no desea compartir las horas de su vida contigo, no te quiere.


Los celos también son una fuente de graves problemas, generando un clima de poca confianza y tensión en que el celado vive en contínuo control. Sufren los dos miembros de la pareja y a veces el celoso ve cumplidos sus peores temores precisamente por la insistente tortura psicológica a la que el otro se ve sometido y por acabar este buscando fuera de la relación diálogo y tranquilidad, lo que puede llevar en algún caso a una verdadera infidelidad. Es evidente que hay personas que realmente son infieles y traicioneras por naturaleza, pero me refiero en este caso al celo sin motivo producto de una celotipia (celos delirantes o paranoides) o la falta de confianza, en principio en uno mismo y que se extiende a la otra persona. He podido observar también como en muchas mujeres que han perdido la figura paterna a edad temprana o de manera inesperada, o bien no han asimilado esa pérdida, como se desarrollan celos enfermizos hacia su pareja, repitiendo esa sensación de abandono que antaño vivieron con su padre. Aunque esto sería solo un perfil, la patología en cuestión puede tener otros orígenes subyacentes.


La mentira es muy destructiva y aunque es cierto que algunas pequeñas mentiras en ocasiones salvan situaciones y hacen la vida más llevadera, usarla de manera contínua es obviamente una humillación para quien la sufre, y si se descubre, que tarde o temprano sucede, pone a la relación en jaque por la falta de confianza y lo que ello conlleva de traición.


Dominio: Existen relaciones que se usan para dominar al otro, buscando así reconfortar el ego, expandirlo a base de tener el poder, ejercer control, manipulación sibilina, etc. He visto casos que incluso después de un divorcio una de las partes aun sigue queriendo dominar a su ex-pareja por ser este el bastón donde se apoya su enfermo y desquiciado ego con el desgaste que esto supone para la otra parte que intenta iniciar una nueva vida con otra persona, generándose así una dinámica difícil de romper, y es que es el dominado quien tiene la última palabra para acabar con esta delirante inercia que acaba en muchos casos afectando a terceras personas de manera muy injusta.

Una relación sentimental debería estar llena de luz, amor, tranqulidad, sincero y respetuoso diálgo, confianza, pasión, necesidad de proximidad física y espiritual...

Como decían Manhattan Transfer... ¡Eso es el amor, si señor!

domingo, 3 de abril de 2011

¡La leche!

Personalmente, nunca he sido un animal excesivamente "mamífero" en lo que se refiere al consumo de leche.


Hace más de 30 años había poquísimas marcas del preciado líquido blanco en el mercado del sector alimenticio, amén de la que por aquel entonces, aún se servía a granel en alguna lechería que resistía el envite del práctico producto envasado.


Tenía en mi infancia un amigo llamado Leandro con una madre muy sufridora, una mujer que siempre padecía por la delicada salud de su pequeño vástago, hasta el punto que lo hinchaba a base de beber leche de vaca recién traída de la granja del pueblo, una leche espesa y con un valor calórico por toda su grasa y nutrientes, que no quiero ni imaginar. El mozo creció mucho, de hecho tanto que en la adolescencia, me obligaba a calzarme, verano incluído, unas incómodas botas camperas con un importante tacón para evitar caer en depresión por mi escaso tamaño cuando andaba a su lado. Una pesada vaca de generosas ubres nos separaba, una simple y rústica rumiante tuvo la culpa de que el fuera una chico de buen ver y yo me quedara destinado de por vida a ver mucho más de cerca las baldosas de la calle.


Asumí entonces el inestimable papel maternal que desempeñaban esas enormes bestias de orondo cuerpo, asi como lo bien que contribuyen a la agricultura con sus desechos y también su notable efecto insecticida dada su tendencia a atraer a todas las moscas del lugar y mucho más allá.


Los tiempos han cambiado, y a veces sucede que alguien nos dice aquello de: ¡Oye, ya que vas al "súper"! ¿puedes traerme una botella de leche?


¡Cuidado amigo! esa frase encierra un peligro enorme, puede cogerte desprevenido y verte envuelto, sin desearlo, en una situación kafkiana de la que no te será fácil escapar...

La cuestión es la siguiente (es mi propio caso verídico, lo juro por Mafalda en traje de faralaes): Aterrizas en el "Carrefús" y llegas a la sección de las leches con tu mejor intención pero te das cuenta en el acto de que debido a la múltiple oferta de variantes del producto en cuestión, ya no es una estantería como siempre... ¡ahora es un largo pasillo a dos bandas que ocupa un 20% de la superficie útil del establecimiento!. Te sientes pequeño, entras en regresión casi hipnótica, crees ser un enano de 3 añitos e incluso te empieza a invadir cierta sensación de angustia. No sabes hacia donde dirigir tu mirada y te sientes más confuso que un caballero en la sección de higiena femenina.


Tu solo querías una simple botella de leche...


Das un paso atrás para poder ver el extenso corredor en toda su perspectiva. Estás solo ante el peligro, te sientes amenazado por lo que intuyes una difícil elección y por un momento desearías echar mano de tu Winchester... pero, yo de ti no lo haria forastero. Ármate de paciencia y sácate la lupa de aumento para empezar a leer porque esto puede ser un trabajo duro.


Subes las mangas de tu chaqueta y te dispones a trazar un plan, una estrategia.


Decides atacar primero el lado derecho y llegado a su final volverás por el contrario.


Después de dar varias vueltas acabas medio mareado por las rotaciones y la letra pequeña, lo que provoca que estés a punto de exprimir con ansiedad las mamas de la chica con lactante en brazos que acaba de pasar por tu lado.


Te apoyas finalmente agotado en una desgastada columna, tu cuerpo se halla sudoroso, te acompaña un extraño silbido en los oidos, la vista se vuelve borrosa, sientes taquicardia y desorientación...


Ya no puedes más. Abandonas el carro de la compra en cualquier lugar y sales del súper disparado de tal manera que el guardia de seguridad te persigue por el centro comercial hasta dar contigo. Después de cachearte varias veces, y con la terrible sospecha de que le has gustado por como intentaba encontrar algo entre tus piernas, te deja libre y vuelves sin el encargo.


Quizás otro día, trazando otro plan... piensas una vez más tranquilo.


Esa noche sueñas, tienes terribles pesadillas. Una manada de más de 100 vacas se cruza en tu camino, una angosta carretera de montaña, y no te queda más remedio que mezclarte entre ellas. Como los sueños siempre son, por lo surrealistas, parecidos a un cuadro de Dalí, nada te sorprende, sobre todo cuando las oyes hablar entre ellas de los trapitos de la nueva temporada o del actor de moda (obviamente Benicio Del Toro...) , y como eres un tío abierto de mente ni te inmutas cuando se ponen en fila, se cuadran y cada una repite su nombre a la Vaca Mayor, que en definitiva, es la que tiene las tetas más grandes:


¡Entera!

¡Desnatada!

¡Semidesnatada!

¡Vaca!

¡Búfala!

¡Cabra!

¡Oveja!

¡Soja!

¡Almendras!

¡Vitaminas!

¡Calcio!

¡Fósforo!

¡Omega 3!

¡Sin lactosa!

¡Un litro!

¡Litro y medio!

¡Brick!

¡Botella!

¡Pasteurizada!

¡Esterilizada!

¡Polvo!

¡Condensada!

¡Evaporada!...


Te da un ataque de agudo histerismo y despiertas entre gritos aterradores. Te llevan al hospital y te inyectan un calmante megapotente que te abandona nuevamente en los brazos de Morfeo.


Vuelves a soñar... en esta ocasión parece por lo menos algo placentero: Distingues una mujer de atrayentes formas pronunciadas, larga melena oscura y como su madre la trajo al mundo, que te indica con sugerentes gestos, que te introduzcas en su lujosa bañera de patas. La cosa promete y sin dejar de mirar sus enormes y maquillados ojos felinos introduces tus extremidades inferiores (todas) en el extenso recipiente.


Te sientes un hombre afortunado por poder estar ahí y sigues en tu gozo, obnubilado por su belleza facial, observándola sin perder detalle. Lentamente bajas la vista pensando en poder contemplar con detalle el resto de su empapada anatomía, pero... te das cuenta de que compartes el baño con la mismísima Cleopatra...


¡EN LECHE DE BURRA!.





Roser

Tu cobardía


En silencio pasan los arduos minutos, las lánguidas horas, los inacabables días, las densas semanas y los inevitables meses en el calendario. El encantador sonido de tus palabras enmudeció de repente dando paso al mutismo acelerado de tu desinterés.


Leo en tus dilatadas pausas la más que evidente desconsideración y la gélida apatía. Interpreto tus violentas mentiras como una afrenta perpetua a mi sensible inteligencia. Padezco con inmensa pena tu callada provocación contra mi sin que pronuncies una sola sílaba hiriente.


¿No escuchas corazón mío el solemne réquiem que se interpreta de forma magistral en nuestro particular teatro? Cariño, sé que no me amas, sé que no me quieres. Desconozco si tu desamor es autoimpuesto o producto de tu desengaño por no aceptar mis terrenales esquinas rotas.


Mientras, permanezco aquí, a la espera de tu coraje, a la exhibición de tu hombría. Desearía, mi vida, conservar el bello recuerdo de tantas pequeñas cosas que me hicieron vibrar y dejar así la impronta de tu querer pero... solo me llega esta estúpida cobardía infantil que emana tu ser.


Eras mi héroe y tu desdén te convirtió en mi villano. Tarde o temprano, cuando el gran Kronos lo crea oportuno, alguien con nobleza y valentía arrancará de mi alma este amargo recuerdo asociado a tu persona y te disolverás como el polvo en el desierto, sin más... lo sé.




Roser


miércoles, 30 de marzo de 2011


Huyes.


En tu salida airosa dejas una estela de falso amor e improvisadas mentiras. Privilegias el gélido desapego a la sensación de sentirte preso del sentimiento. La cárcel de amor te mantiene reo de ella, te subyuga a su poder y tu orgullo no autoriza tal opresión. Dejas que el tiempo desvanezca lo que un día afloró entre su alma y la tuya. Tu inmadurez emerge una y otra vez y harían falta mil karmas para pagar este temor. Sientes la calidez de Venus, la pasión de Eros… pero, sin duda, es mucho mayor tu recelo al querer.

Diriges tus pasos al nuevo devenir, deshaciéndote de tu pasado y abandonándola al mutismo sepulcral de tu desdén. Ella… espera y desespera. Llora y perece en el recuerdo de aquello que pudo haber sido y no fue. No hay cura ni palabra capaz de sanar su maltrecho corazón. Ya no hay alimento para su veneración huérfana de tus besos de exportación. Su silueta femenina se adentra en el mar, un océano frío que acoge su lamento, su desconsolado sollozo, y recibe agradecido sus lágrimas que vuelven a su hogar, a la sal de la vida eterna donde descansa su ánima torturada.


Esta tarde alguien te dio la noticia. La muchacha enamorada se abandonó a los brazos de Neptuno y tu no hiciste nada para rescatarla del vetusto anciano del tridente. Dejaste que los mapas del tiempo y el inclemente silencio la separaran de tu existencia. Permitiste que algo mucho más importante que los dos se disipara como lo hace la neblina a media mañana. Acabaste con sus ilusiones, sus enardecidos sentidos, su llama febril. Rehusaste en realidad, amigo mío, el mejor regalo que te brindó la vida.

Hoy te muestras vacío de esperanza y repleto de dolor frente a las olas. Y como cada jornada el aire te trae el lamento femenino de aquella que murió sin tu amor, y que sencillamente, no quiso vivir sin ti.


miércoles, 12 de enero de 2011

Camino...



Ando por caminos baldíos, de tenue luz lunar, amparados por la nada y el hastío, sin brújula ni candil que ilumine mis pasos. El sendero muere en la cima de la montaña más alta y se abre, como un balcón, al vacío inmenso del valle de lágrimas. Los pies maltrechos por los duros y punzantes guijarros avanzan sin empeño ni ilusión pero con la certeza de cumplir un inexpugnable destino, de saber que nada puedo hacer, con la convicción de que todo toca a su fin.

Advierto el hiriente silbido del viento adentrarse en mis oidos, su gélido aliento me conduce hacia el umbral, hacia el bucólico trampolín donde descansan mis sueños para, quizás, aguardar postergados una existencia mejor. Tengo frío pero ya nada importa, nada es realmente urgente ni nadie puede hacerme cambiar de parecer. La infinita cavidad me brinda un paraíso de silencio y paz a los que abandonarme y así concluir el padecer, aniquilar el ser, enmudecer el alma.

Un último paso al frente en la penumbra, y descubro asombrada que ocultas bajo mis pesados y terrenales brazos, siempre tuve un par de hermosas alas blancas pero que jamás nadie me enseño a usar. Torpemente bato mis recién descubiertas extremidades intentando no desaparecer en lo más hondo del precipicio, bregando por alzarme una y otra vez. Advierto acercarse el inclemente suelo y por un instante, casi me vence la desazón. pero cual Ícaro levanto el vuelo, y me pierdo al fin, en el fulgurante horizonte del amanecer...

Roser