miércoles, 12 de enero de 2011

Camino...



Ando por caminos baldíos, de tenue luz lunar, amparados por la nada y el hastío, sin brújula ni candil que ilumine mis pasos. El sendero muere en la cima de la montaña más alta y se abre, como un balcón, al vacío inmenso del valle de lágrimas. Los pies maltrechos por los duros y punzantes guijarros avanzan sin empeño ni ilusión pero con la certeza de cumplir un inexpugnable destino, de saber que nada puedo hacer, con la convicción de que todo toca a su fin.

Advierto el hiriente silbido del viento adentrarse en mis oidos, su gélido aliento me conduce hacia el umbral, hacia el bucólico trampolín donde descansan mis sueños para, quizás, aguardar postergados una existencia mejor. Tengo frío pero ya nada importa, nada es realmente urgente ni nadie puede hacerme cambiar de parecer. La infinita cavidad me brinda un paraíso de silencio y paz a los que abandonarme y así concluir el padecer, aniquilar el ser, enmudecer el alma.

Un último paso al frente en la penumbra, y descubro asombrada que ocultas bajo mis pesados y terrenales brazos, siempre tuve un par de hermosas alas blancas pero que jamás nadie me enseño a usar. Torpemente bato mis recién descubiertas extremidades intentando no desaparecer en lo más hondo del precipicio, bregando por alzarme una y otra vez. Advierto acercarse el inclemente suelo y por un instante, casi me vence la desazón. pero cual Ícaro levanto el vuelo, y me pierdo al fin, en el fulgurante horizonte del amanecer...

Roser

No hay comentarios:

Publicar un comentario