domingo, 3 de abril de 2011

Tu cobardía


En silencio pasan los arduos minutos, las lánguidas horas, los inacabables días, las densas semanas y los inevitables meses en el calendario. El encantador sonido de tus palabras enmudeció de repente dando paso al mutismo acelerado de tu desinterés.


Leo en tus dilatadas pausas la más que evidente desconsideración y la gélida apatía. Interpreto tus violentas mentiras como una afrenta perpetua a mi sensible inteligencia. Padezco con inmensa pena tu callada provocación contra mi sin que pronuncies una sola sílaba hiriente.


¿No escuchas corazón mío el solemne réquiem que se interpreta de forma magistral en nuestro particular teatro? Cariño, sé que no me amas, sé que no me quieres. Desconozco si tu desamor es autoimpuesto o producto de tu desengaño por no aceptar mis terrenales esquinas rotas.


Mientras, permanezco aquí, a la espera de tu coraje, a la exhibición de tu hombría. Desearía, mi vida, conservar el bello recuerdo de tantas pequeñas cosas que me hicieron vibrar y dejar así la impronta de tu querer pero... solo me llega esta estúpida cobardía infantil que emana tu ser.


Eras mi héroe y tu desdén te convirtió en mi villano. Tarde o temprano, cuando el gran Kronos lo crea oportuno, alguien con nobleza y valentía arrancará de mi alma este amargo recuerdo asociado a tu persona y te disolverás como el polvo en el desierto, sin más... lo sé.




Roser


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